martes, 12 de febrero de 2013

ana mendieta

Ana Mendieta Untitled Facial Cosmetic Variations, 1972 En la próxima edición de la feria ARCOmadrid será posible admirar algunas de las películas inéditas de Ana Mendieta (La Habana, 1948 – Nueva York, 1985), que se expondrán en el stand de la galería Lelong de Nueva York. Mientras tanto reproponemos una conversación con Raquelín Mendieta, hermana mayor de Ana Mendieta, realizada con motivo de la inauguración de la mayor retrospectiva europea de la artista en el museo de arte contemporáneo Castello di Rivoli de Turín (Italia). El reportaje se publicó el 2 de febrero en Babelia, el suplemento cultural del diario El País. “Cuando éramos pequeñas en Cuba, escenificábamos una canción popular sobre una niña que graba su nombre en un árbol y este se conmueve y le regala una flor. Ana era la niña y yo el árbol, sobre cuya barriga ella incidía su nombre”. La historia que cuenta Raquelín Mendieta, hermana mayor de Ana, parece presagiar las obras que centrarían la investigación de la artista, convirtiéndola en menos de 15 años de trayectoria en un mito. “Un mito cuya obra aún no se conoce en toda su amplitud y profundidad, por el protagonismo que cobró el personaje tras las trágicas circunstancias de su muerte y por la dificultad de encasillarla en una corriente definida”, asegura Beatrice Merz, directora del museo de arte contemporáneo Castello di Rivoli de Turín y comisaria con Olga Gambari de Ana Mendieta. She got love, la más amplia retrospectiva de la artista realizada en Europa hasta la fecha. La exposición, abierta hasta el 5 de mayo, reúne 130 obras, entre fotos, vídeos, performances, dibujos y esculturas, muchas de las cuales son inéditas. “Ana era muy prolífica y también muy ordenada, pero tras su muerte hubo mucho trabajo que hacer y naturalmente digitalizar todas las obras. Reconstruimos su evolución a través de la historia de sus performances, recogidas en más de 70 películas, grabadas en Súper 8 y unas 9.000 diapositivas, muchas de las cuales no había positivado nunca por falta de dinero”, explica Raquelín, recordando que cuando le encargaban una muestra, Ana imprimía las obras que quería exponer. La exposición, que tiene prevista una larga itinerancia europea (aunque por el momento en España no hay nada cerrado), coincide con el estreno de la primera entrega de un proyecto cinematográfico sobre la vida de la artista, concebido y rodado por su sobrina Raquel Cecilia, la película Itali-Ana, Mendieta in Rome, centrada en sus dos últimos años de vida. “Mi tía ganó un premio de la Academia Americana y se fue a Roma, donde tuvo su primer estudio y empezó a la transición desde las acciones efímeras hacia los objetos permanentes y las esculturas de interiores. Yo seguí sus huellas en Roma, como en un peregrinaje en busca de las obras emblemáticas de esta transición”, explica la cineasta Raquel Cecilia, cuya obra se proyecta en la muestra y también en festivales. De aquellos años son unas grandes esculturas para suelos, creadas mezclando tierra de diferentes lugares, que evocan formas femeninas de rasgos antiguos. Han viajado en rarísimas ocasiones y ahora se exhiben en Turín juntos con los cinco troncos intervenidos con pólvora. “Todos estaban muertos, ninguno fue talado. Son obras vinculadas al Árbol de la vida, uno de sus temas recurrentes, desde que en Iowa en la escuela donde las dos estudiamos arte, se recubrió de lodo apoyándose hasta casi fundirse con un gigantesco árbol”, recuerda Raquelín. Aquella fue una de sus primeras acciones y ya difuminaba los límites entre el body y el land art. Preparando la película Raquel descubrió que, aunque a primera vista parezcan tótem, Ana los había concebidos como escudos. “Uno tenía incluso una agarradera, pero luego la quitó porque no le gustaba ser demasiado literal, prefería dejar algo de misterio y la oportunidad para que la interpretación fuera más libre y universal”, asegura la hermana. Para su sobrina, seguir sus huellas en Roma, escuchar los recuerdos de quienes la amaron y en quienes dejó una impresión tan fuerte e indeleble, fue un shock. “Mientras me contaban de los troncos y los escudos, de cómo les decepcionó saber que se iba a casar con Carl André, un escultor minimalista, frío como el hielo, opuesto a ella y 13 años más viejo, de pronto me di cuenta de que los escudos no habían conseguido protegerla y la habíamos perdida”, lamenta Raquel. Ocho meses después del matrimonio la pareja volvió a Nueva York y se estableció en el Greenwich Village. Era 1985 y Mendieta estaba a punto de dar el salto, su obra despertaba un enorme interés, ella era hermosa, su personalidad arrolladora y sus ideas frescas y provocadoras… iba a tener el mundo del arte a sus pies y Carl André no lo podía soportar. El alcohol, los celos y la envidia hicieron el resto y a las 5 de la mañana del 8 de septiembre de 1985, Ana precipitó desde su departamento en el 34º piso. “André fue absuelto por un tecnicismo legal, porque las pruebas se obtuvieron sin una orden del juez y todo lo demás era circunstancial, aunque todos supieran que era su costumbre maltratar a las mujeres. Ella creyó que con el matrimonio el se comprometería… Sin embargo ahora que es un viejo, su cabeza se ha ido y quizás este sea su castigo”, afirma Raquelín. Ana MendietaSilueta de Cohetes, 1976 Para ofrecer una visión global de la obra de Mendieta, el recorrido expositivo se despliega sin ningún tipo de división a lo largo de los 147 metros de la espectacular Manga Larga del siglo XVII. De ese modo el discurso que la artista establece entre sus obras en un juego continuo de idas y venidas, es mucho más inmediato. Empezando por la huella marcada a fuego de una pequeña mano sobre una tablita de madera que da paso a la serie de Siluetas, infinitas declinaciones de la forma femenina realizadas en la tierra y también en el agua, por sustracción o adición, con tierra, hierba, flores, fuego, plumas, arena y sangre, para citar sólo algunas de las técnicas y los materiales empleados. “He utilizado la tierra como lienzo y mi alma como instrumento”, aseguró Mendieta. “De la cultura cubana y mexicana de la muerte, aprendió que es algo que forma parte del ciclo de la vida y conlleva una transformación implícita. Ella amaba los procesos que modifican las cosas y las personas”, explica Raquel. “Le fascinaban los sitios arqueológicos y las sociedades prehistóricas matriarcales vinculadas a la figura de la diosa. Plasmaba formas esenciales fuera del tiempo”, añade Gambari. Sus intervenciones en la naturaleza no tienen la agresividad impositiva de los artistas del land art (prácticamente todos hombres por cierto) y solo cuando volvió a Cuba, tras haber sido arrancada de la isla, junto con 40.000 niños en el marco de la célebre operación Pedro Pan organizada por la CIA y la iglesia católica, decidió intervenir en unas grutas cerca de La Habana, realizando una serie de Esculturas rupestres. “Antes de morir estaba investigando cómo trabajar con bronce sin traicionar la esencia de la naturaleza”, concluye Raquelín, que actualmente vive en Los Angeles. Entrevista original por Roberta Bosco en Babelia (2 de febrero), suplemento cultural del diario El País. información vista en http://arcobloggers.com/2013/02/12/ana-mendieta-la-tierra-como-lienzo-y-el-alma-como-instrumento/

No hay comentarios:

Publicar un comentario