sábado, 22 de diciembre de 2012

Nan Goldin

“Para mí hacer fotos es una manera de acariciar a alguien, una expresión de cariño”. “Mi obra proviene originalmente de la estética de las instantáneas... las instantáneas las tomo con amor para recordar gente, lugares y momentos especiales. Éstas crean historia al documentar la historia.” (Nan Goldin citada por Einar Salcedo en su artículo La mirada intimista de Nan Goldin) Entre el divorcio de sus padres y el suicidio de su hermana cuando ella aún era una adolescente, Nan Goldin se pasó mucho tiempo pasando por diferentes casas de acogida y tal vez por eso se aferró con uñas y dientes a sus amigos del colegio, y tal vez también por eso, la amistad ha sido tan importante en el desarrollo de la carrera artística de esta fotógrafa, que ha venido retratando a aquellas personas a las que considera sus amigos a lo largo de 30 años. Las fotos de Goldin son instantáneas de la vida, de las personas que se han ido cruzando en su camino y en las vidas que han llevado, las experiencias sexuales, con las drogas, a todo el ambiente que se generó durante los años de la contracultura norteamericana de los años 70. Por la cámara de Goldin desfilan jóvenes que hacen el amor, prostitutas, travestis, transexuales, drogadictos, que se convierten en protagonistas de unas fotografías que también tienen algo de documental. En sus fotos, Goldin nos cuenta historias de éxtasis, de depresión, de violencia, de enfermedad, de amistad, de soledad, de incomunicación, nos habla, en definitiva, de todas las aristas que tiene la vida, incluida la suya propia, como cuando recibe una paliza de su amante en 1984, documenta gráficamente las consecuencias de la agresión. Después de su paso por una clínica de desintoxicación, se abre paso en su obra el autorretrato, imágenes de sí misma mirándose en un espejo o viajando en el interior de un tren, y que dejan en el aire, como muchas de sus fotografías, un aire de nostalgia, de melancolía, de no terminar de encontrar ese lugar en el mundo en el que sentirse a gusto con uno mismo. Los años 80 también fueron los años del Sida, y de eso también deja constancia Goldin en su trabajo, cuando ve a amigos suyos morirse bajo su mirada. Goldin retrata el deterioro de los cuerpos sobre las camas de hospitales dejando tras de sí la estela de lo que fueron. Son series de fotografías cargadas de un enorme cariño y una sensibilidad extrema, hacia esos amigos a los que ya nunca más va a poder ver. Nan Goldin está considerada unánimemente como una de las intérpretes visuales más representativas de la estética postmoderna y de la cultura underground metropolitana de finales del siglo XX. De hecho, a partir de los años ochenta, su fotografía revitalizó el género documental, privilegiando el afán descriptivo y convirtiendo la ausencia de “filtros” estéticos en el signo de identidad de su peculiar labor artística. Sus instantáneas sancionaron el abatimiento definitivo de las fronteras entre algunas categorías culturales dicotómicas tradicionales, como “masculino-femenino”, “elitista-pop(ular)”, “público-privado”, “íntimo-social” etc.

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